El pasado 13 de Enero, el productor Agustín Almodovar recibió en la gala del XIX Premio José María Forqué la Medalla de Oro de EGEDA “por su trayectoria y su talento como productor cinematográfico y televisivo y por haber conseguido posicionar y dar difusión al cine español en el mundo”.
Agustín Almodóvar recibe la Medalla de Oro de EGEDA |
En 1985, Agustín Almodóvar tuvo una intuición: su hermano mayor necesitaba protección para desarrollar su aventura creativa. Fundaron la productora El Deseo, un refugio de libertad del que brotó La ley del deseo e inició la fabulosa internacionalización del cine de Pedro Almodóvar.
Se considera "casi patológicamente tímido" y un intruso en el mundo de la producción. En apenas cuatro años pasó de ser un ayudante para todo a ser cortejado por los estudios de Hollywood. Químico de formación, sigue de soslayo la actualidad científica aunque reconoce que "ahora no aprobaría ni primero de carrera".
Se considera "casi patológicamente tímido" y un intruso en el mundo de la producción. En apenas cuatro años pasó de ser un ayudante para todo a ser cortejado por los estudios de Hollywood. Químico de formación, sigue de soslayo la actualidad científica aunque reconoce que "ahora no aprobaría ni primero de carrera".
Agustín recuerda como su hermano le introdujo en sus aficiones, literalmente, de la mano. "Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Siempre tengo esa imagen, premonitoria, de ir los dos mocosos a un cine de verano en pantalón corto", recuerda. “Y se ha ido repitiendo a medida que hemos ido creciendo: yo llegué a Madrid en 1972 a estudiar el curso que se hacía antes de la universidad y Pedro ya estaba en todas las movidas culturales y undergrounds de la ciudad en el tardofranquismo. También ahí me llevo de la mano. Yo disfrutaba muchísimo con él, porque lo maravilloso de esa época de los 70, de la que no solemos hablar mucho, es que era absolutamente libre, y ninguno de los dos soñábamos que 10 años después estaríamos ejerciendo, él de director y yo de productor”.
Mientras rodaban Matador, en la que Agustín ya ejercía de ayudante de dirección y muchas otras tareas, llegó lo que denomina “la llamada de la jungla”. Su hermano era ya célebre, había rodado cuatro películas, pero se desgastaba en su relación con sus productores. “Inevitablemente, intentaban imponerle cosas cuando él es de naturaleza rebelde y no tiene precio: no se le puede comprar, no le puedes seducir con nada material porque trabaja con el impulso del artista, del creador. Tuve una intuición muy poderosa: que Pedro necesitaba un modelo de producción autogestionado a la altura del artista rebelde e inclasificable que es”.
Así fue como dejó su profesión de docente y se embarcó en la producción de La ley del deseo. “No teníamos recursos propios ni familiares, fue empezar desde cero. La ley del deseo era, desde el punto de producción, suicida. Una película de amor entre hombres que iba a ser polémica por la propia forma libérrima de abordar el tema. Era una película para fundar una productora y cerrarla a continuación”, explica. Sin embrago, el mercado internacional, y los distribuidores de cine de autor compraron la película, comenzando la expansión internacional de la “marca Almodóvar”.
En 1988, con Mujeres al borde de un ataque de nervios, llega el frenesí y nominación al Oscar a mejor película de habla no inglesa incluida. “Tuvimos una experiencia maravillosa en Hollywood que le pasa a todos los nominados. Todos los estudios te seducen. Eres como una doncella y vas de uno en uno a ver cuál te gusta más: Warner, Paramount, Universal. Me acuerdo especialmente de Warner, que nos decían: 'aquí los artistas pueden trabajar, y me enseñaban el despacho de Clint Eastwood”, dice mientras ríe. “Retrospectivamente fue muy emocionante, aunque a mí no me interesaba lo más mínimo. Seguía muy apegado a Pedro y al sentimiento de que lo mejor que tenemos es la libertad, asumir con riesgos nuestros proyectos”.“Ese es el éxito y la intuición de Pedro: saber conectar con el subconsciente, con necesidades no explíciatas de la industria, saber encontrar un nicho que él ha llenado durante muchísimos años”, apunta.
Después de 30 años de carrera, la producción cinematográfica nunca ha estado más amenazada como en la actualidad. Paralelamente al reconocimiento mundial de las películas de su hermano, las dificultades cada vez son mayores. “Vivimos una anomalía muy grave. Se consume más imagen que nunca, se busca más contenidos que nunca, y en cambio toda la cadena de valor de la industria está quebrada”, explica. Alerta de la situación de las salas amenazadas por la reconversión digital, critica la subida del IVA cultural, y denuncia la indefensión ante el consumo cultural gratuito en internet.
Después de 30 años de carrera, la producción cinematográfica nunca ha estado más amenazada como en la actualidad. Paralelamente al reconocimiento mundial de las películas de su hermano, las dificultades cada vez son mayores. “Vivimos una anomalía muy grave. Se consume más imagen que nunca, se busca más contenidos que nunca, y en cambio toda la cadena de valor de la industria está quebrada”, explica. Alerta de la situación de las salas amenazadas por la reconversión digital, critica la subida del IVA cultural, y denuncia la indefensión ante el consumo cultural gratuito en internet.
Sin embargo, Agustín Almodóvar no se siente especialmente nostálgico en la vorágine transformadora del cine, aunque “emocionalmente es un pérdida”. Destaca la contradicción entre el esfuerzo de calidad para producir y la facilidad con la que se transforma en la red.
El propio Pedro Almodóvar declaraba el año pasado pensar en historias ligeras para colgar directamente en Internet. “Pedro tiene un problema, eso que llaman el listón en cada nueva película. Lleva 20 años cosechando muchísimo éxito y el propio consumidor de Pedro le exige tanto como la anterior película”, dice su hermano. “A veces le pesa mucha a la hora de abordar temas ligeros o gamberros y, ahí, piensa en la red, en formatos menos comprometidos. Pedro es muy prolífico, tiene muchas historias fuera de formato, que durarían 30 o 40 minutos, y en eso desgraciadamente la industria te condiciona”.
El propio Pedro Almodóvar declaraba el año pasado pensar en historias ligeras para colgar directamente en Internet. “Pedro tiene un problema, eso que llaman el listón en cada nueva película. Lleva 20 años cosechando muchísimo éxito y el propio consumidor de Pedro le exige tanto como la anterior película”, dice su hermano. “A veces le pesa mucha a la hora de abordar temas ligeros o gamberros y, ahí, piensa en la red, en formatos menos comprometidos. Pedro es muy prolífico, tiene muchas historias fuera de formato, que durarían 30 o 40 minutos, y en eso desgraciadamente la industria te condiciona”.
Haciendo balance, ese rechazo del peaje reaccionario de la industria, es uno de los mayores logros de El Deseo. “Tenemos una enorme falta de respeto al dinero. Ni nos influye a la hora de hacer proyectos, ni lo buscamos, ni lo perseguimos. Buscamos otras fuerzas que al final convocan dinero pero somos absolutamente irrespetuosos”.
Con todo, no han podido librarse del más difícil todavía, de la sensación de que si el nuevo filme de Almodóvar no es una obra maestra, es un fracaso. “Nos hemos emancipado de la industria y nos hemos rodeado de una serie de distribuidores internacionales muy sensibles con la carrera de Pedro, pero no nos hemos podido liberar de escalar más arriba después de 30 años haciendo un película tras otra luchando por la originalidad. En el fondo nos sentimos muy afortunados de cómo nos ha tratado la vida y lo bien que lo estamos pasando siendo responsables de nuestra historia, que es lo realmente importante, que no sean otros”.
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